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Víctor Hugo Galván Sánchez
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Escribir un trabajo filosófico cuando se es un
estudiante por Víctor Hugo Galván Sánchez
Ser un
estudiante no implica estar en un aula, tener compañeros o maestros, ya que se
puede ser un discípulo de la vida, porque al fin y al cabo siempre nos
preparamos para ella. Tiempo atrás me encontré en la problemática de empezar a
escribir textos de manera filosófica. Después de dos años de intentos me
gustaría escribir acerca de ello. Ser un estudiante y escribir un texto filosófico no es un reto como
algunos podrían pensar, sino que es una gran oportunidad. Ya que el reto es
superar todo aquello que se conoce; por ejemplo, si me propongo el reto de leer
a Aristóteles para después comentarlo, estaría venciendo una meta. Llámese a
Aristóteles una meta por ser un gran filósofo o porque me otorgaría un estatus
de confianza en mis discursos por haberlo podido comentar. Pero si viese a Aristóteles como una oportunidad tanto de conocer como
de reconocer en la vida todo aquello que me sirve de su doctrina. Podría con
ello formar parte de una actitud de vida y ser un ejemplo realizado de una
filosofía pragmática. Hay que recordar que los conceptos no sólo se leen en los libros es
necesario que se reconcilien con la realidad, es decir, porque todo concepto es
una abstracción del entorno, es sacado de la realidad. Un escrito dirigido a hacer filosofía, se tiene que elaborar con el fin
de que los lectores no tengan una respuesta definitiva, si no que al final de
la lectura se formulen más preguntas que con las que iniciaron la lectura. No tiene como objeto confundir al lector, si no abrir, hacer emanar o brotar todo aquello que no se había
considerado y que a pesar de ser obvio no se le tomó en cuenta. Terminar con
más preguntas que con las que inició es una gran oportunidad para reflexionar
los problemas que acaecen en el diario vivir, porque permite profundizar en
zonas inexploradas por el pensamiento. Un ejemplo de lo anterior sería cuando nos preguntamos qué es la
felicidad. No existe respuesta a esta gran interrogante, ya que para el lector
el significado de su felicidad podría ser tantas cosas, incluso el ser
desdichado. Después de una pregunta reflexiva y un filosofar a partir de ella, toda
mirada se torna diferente, ya no se puede contemplar igual a la realidad y a
sus devenires; por ejemplo, si toda la vida la idea del pecado existió en mí y
un día me interrogo y critico las causas, la naturaleza y el por qué del pecado
de manera filosófica, cuando vuelva a tratar el tema ya no lo abordaré como
antes, ahora mis pensamientos tocarán otros puntos que jamás me había atrevido
a tratar. Al ser un estudiante se tiene que perder miedo, en primer lugar, a
una hoja en blanco. Como decía E. M Cioran (2000:57), es
preciso encontrarse en estado de
debilidad física, para que las palabras nos lleguen, pues, según él, solo así
se penetra en nosotros y comienza en nuestro interior un especie de carrera.
Dicha carrera es la búsqueda que todo filósofo realiza para llegar a la verdad
de las cosas. En segundo lugar, también se tiene que perder el miedo a los filósofos.
Como menciona Fernando Savater (2010:8), a los filósofos les pasaba igual que a nosotros: estaban haciéndose preguntas,
intentando reunir respuestas, a veces creían que habían resuelto algo que
inmediatamente volvían a replantearse en la siguiente generación. Perder el miedo a los filósofos es adoptarlos como amigos, enamorarse de
lo mejor de sus pensamientos, creerles o no creerles en su búsqueda, así como
en sus métodos para la resolución de sus inquietudes. Siempre he considerado que las inquietudes de los filósofos hacen partícipe
a todo el mundo, por ejemplo, de la felicidad, el amor, la existencia, la
justicia, la belleza, Dios, entre otros. Son inquietudes que han tratado desde
hace más de cinco mil años hasta la actualidad. Sin embargo son los mismos
problemas en diferentes circunstancias. Esa es la genialidad del mundo, de la vida y de la realidad, ya que éstos
son dinámicos y permiten al estudiante no repetir propuestas e hipótesis que
algún filósofo en su acontecer pudo haber mencionado, sería, que algún
estudiante aborde el tema de la justicia porque no es lo mismo la justicia, en
tiempos de San Agustín que en la actualidad, incluso en nuestros días ésta varia
de un pueblo a otro. Se reconoce que el dos por ciento de la población en México tiene el hábito
de la lectura (CIPAE, 2010), pero gracias al internet se ha logrado traspasar
barreras para la divulgación y publicación de textos. El vasto público también permite
al estudiante la ampliación de un diálogo con las diferentes realidades del
mundo. Esta importante tarea no sólo debiera quedar en el aula, en la carpeta o en manos de mis compañeros, sino que traspase
y se funda en el corazón de todo aquel que lea este texto y se disponga a
escribir un texto filosófico. Mi deseo es compartir este discurso, cargado
fuertemente de experiencias, algunas gratas y otras que no lo han sido tanto
pero que me han permitido aprender de ellas. El que escribe tiene una responsabilidad, un compromiso, que ante todo
se basa en el criterio y pensamiento lúcido, y con buenos argumentos se logra
defender las posturas que ante la realidad el escritor quiere transmitir. El deseo de transmitir no sólo queda como un ideal en el que se puede
expresar el pensamiento; es por medio de estas grandes oportunidades— el escribir
siendo un estudiante— como se pierde el miedo a la hoja en blanco, al filósofo,
al contexto socio-cultural, pero, ante todo, a uno mismo. Y esto se demuestra en la actitud de vida del filósofo que día a día en
el salón, en el hogar o en la calle otorga un ejemplo de vida con verdadera
fidelidad a los demás; habla a la parte reflexiva del otro y a la vez lo hace
cómplice de una búsqueda que sólo se da en el corazón, ya que en el corazón
nace el amor, el amor a la sabiduría.
Bibliografía Cioran, E.M. 2000. El
maldito yo. Barcelona: Tusquets Editores. Savater, Fernando. 2010. Doctor
Honoris Causa. Universitarios potosinos , 8. Centro
Internacional de Prospectiva y Altos Estudios. 2010. El habito de la lectura
en México. [en línea]. Disponible en: http://www.cipae.edu.mx/boletines/boletin%209/9%201.htm [consultado
el día 24 de abril de 2010].
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